En las primeras páginas de su libro Decir la nieve, dice Menchu Gutiérrez: «La nieve borra una realidad e instaura otra. El mundo conocido queda sepultado bajo el manto blanco y, sin dejar de ser, se vuelve invisible. De algún modo, la nieve pone a dormir una parte de nosotros y despierta otra. La vigilia queda abajo, y ahora caminamos por el territorio del sueño. ¿O quizá sea al revés?».
El espacio y sus movimientos, que por ser infinitos son la metáfora eterna, la pregunta perenne, el descubrimiento de un yo al que nuestros límites mentales no nos deja acceder. Tal vez un yo que en realidad no es tal. «Donde hay mucho espacio, hay mucho tiempo», dice el protagonista de La montaña mágica, de T. Mann. El tiempo habita los espacios y modifica nuestra percepción, nuestra sensación de pertenencia o, al contrario, de extrañeza. De espacios y de su creación en la literatura, nos hablará Menchu Gutiérrez en su taller. Seguramente lo hará desde esa óptica mestiza tan suya, donde aúna visiones poéticas, plásticas o narrativas; desde la mezcolanza; desde los espacios fronterizos en los temas y en la forma, de todos sus libros. Ahí reluce la fascinación de la autora por esos interrogantes que nos ofrece el tiempo, el espacio -los espacios-, la nieve, su silencio, las casas habitadas de olvido, de secretos y de todo lo invisible.
Crear un espacio en la literatura, pues todo ocurre en algún lugar, es un acto de magia. Ese lugar está hecho de imágenes que, como su nombre indica, solo la imaginación alcanza. Las palabras permiten el encuentro entre la imaginación de la autora y la del lector (y sus viceversas). No es solo ficción, es un encuentro de imaginaciones, es pura magia.
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